DÍA 4: SUPOSICIONES
- R.G.M.
- 22 mar 2019
- 1 Min. de lectura

Supongamos que quiero saber la causa de un hecho. En tal caso, lo más razonable parece ser que desarrolle una hipótesis y, posteriormente, la compruebe. Pero… ¿a que no es nada lógico dar por verídica la hipótesis sin ninguna prueba experimental que la constate?
Esto es algo que tenía bastante asimilado a nivel científico. Sin embargo, hace unos meses me di cuenta de que, a menudo, pecaba de basar mis relaciones interpersonales en suposiciones.
Ahora bien, ¿por qué suponemos?
Según explica el libro “Los cuatro acuerdos”, escrito por el Dr. Miguel Ruiz, se debe a que “Necesitamos justificarlo, explicarlo y comprenderlo todo para sentirnos seguros.” Este libro resalta además, el riesgo de acabar creyendo lo que supones; por lo que plantea como solución preguntar cuando algo no nos haya quedado claro.
En mi caso, una vez reconocido el problema, empecé a apreciar las suposiciones en el momento en el que las hacía. Al pensarlo en frío casi siempre acababa desechándolas. Además, me di cuenta de la limitación que suponían en mis comunicaciones: al actuar en consecuencia con mi hipótesis estaba provocando indirectamente que fuese verdad, pues mi comportamiento condicionaba el de la otra persona. Y lo más curioso es que observé que, en ocasiones, transmitía esa negatividad al otro implicado.
Aunque personalmente he adoptado como táctica (para empezar a eliminarlas) el ser consciente de ellas y su origen, también confesaré que alguna vez me he aventurado a preguntar. Y os sorprendería las respuestas tan dispares que he recibido, la mayoría nada que ver con mi persona.
05-03-2019
R.G.M.
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